Una de las ciudades que más me gustan en México, es San Cristobal de las Casas. Hay gente que me había comentado que se parece a Antigua de Guatemala, y sí que tienen cierto parecido, aunque personalmente me gusta más Antigua, pero si tuviera que elegir entre una de las dos para vivir, elegiría San Cristóbal de las Casas. Tiene una población de unos 200.000 habitantes. Está a unos 2.200 mts de altitud, y la temperatura suele ser templada, con lluvias abundantes en verano y esporádicas en invierno. En mayo refresca un poco en la mañana y al caer la noche, pero durante el día te sueles asar de calor. Es la ciudad más turística del estado de Chiapas, siendo en la actualidad una ciudad muy cosmopolita, a donde acuden gentes de todo el mundo, y está considerada como «La ciudad más mágica de Los Pueblos Mágicos de México«.

El primer día alquilé un apartamento una calle por debajo del Adoquín, que es el centro de la ciudad. El apartamento era demasiado grande para mí solo. Tenía dos habitaciones, baño, patio, y un salón comedor. Tenía que dormir con edredón, porque hacía frio. Comparado con los hoteles donde había estado, el colchón no era tan cómodo, pero por el precio no podía quejarme en absoluto. Era como un patio de vecinos con siete apartamentos en alquiler a través de Airbnb.

A desayunar solía ir a una pastelería en el Adoquín, donde había gran variedad de pastas y bebidas, y los precios son muy baratos. Como me había acostumbrado a desayunar en plan copioso, cada día cambiaba de restaurante, donde me despachaba a gusto, con huevos revueltos, siempre acompañado de frijoles, algún Chocolatón, y un zumo. Un buen desayuno en restaurantes medio vacios, ya que la gente se despierta tarde. Algunos eran bonitos jardines donde uno podía pasar toda la mañana, y desde allí hablar con la  familia y los amigos. Después decidía qué lugar visitar, aunque no siempre llegaba al lugar elegido, pues conforme iba andando, cambiaba de opinión, y me entretenía en cualquier sitio que encontraba por las calles. El centro está montado para turistas y es algo más caro que el resto de la ciudad, pero los precios eran baratos en general, pero si querías ir a algún lugar más caro, también es fácil de encontrar, sólo tienes que ir caminando y puedes encontrar sorpresas en cualquier calle. Una costumbre era tomar zumos en los múltiples puestos de frutas que te encuentras. Comer algo en tenderetes también se convirtió en una costumbre, y no me preocupaba comer en ellos, ya que la  comida parecía bastante fresca y sobretodo buena. Al cabo de unos días dejé este apartamento y me fui a una habitación con solo cama y baño, pero en un hotelito pequeño y tranquilo, donde el dueño fue muy amable, y siempre me recomendaba los lugares a visitar durante el día, lo que era de gran ayuda. Por las noches solía ir a comer al adoquín, a una pizzería donde podías comer de todo, y tenías música en vivo, todo un placer para el estómago y los oidos.